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Reportaje: El machete votivo del Castro de Viladonga

Por 19 Abril, 2021Abril 20th, 2021Sin comentarios

Por Miriam Fernández

Sin duda el Castro de Viladonga es uno de los yacimientos arqueológicos más importantes y más visitados del territorio gallego, fuente de información clave para el conocimiento de la cultura galaica y galaica romana. Las sucesivas campañas de excavación iniciadas en 1971 sacaron a la luz gran cantidad de estructuras y restos materiales que se exponen en el museo sito al pie del yacimiento, ayudándonos a comprender la de la vida cotidiana y las costumbres de las gentes que habitaron este poblado.

A pesar de que este yacimiento presenta una amplia extensión excavada, aun existen áreas importantes por estudiar y de las que extraer valiosa información, tal y como testimonian las últimas intervenciones (2018/2020) en las que se consolidaron estructuras y vieron la luz nuevos espacios habitacionais, un aljibe monumental, tramos de pavimentación (camino empedrado), escaleras de la muralla, etc., así como restos materiales de diversa índole.

Entre los objetos descubiertos recién (2020), se encuentra una pieza verdaderamente singular que conecta con el universo simbólico o de culto que practicaban los habitantes del castro: una hacha votiva de bronce de 13 centímetros de largo y 22 gramos de peso, datada del siglo III la. C. Esta pieza fue descubierta en el aljibe monumental, una estructura excavada en la roca de 70 metros cuadrados de superficie y cuatro de profundidad a la que se desciende mediante escalones, y que recogía el agua de la lluvia de dos minas que resbalaban hasta este depósito 150.000 litros de capacidad. Dicha estructura fue también un hallazgo importante ya que las evidencias y los estudios revelaron que se trata de una obra prerromana del siglo III la. C., anterior incluso a la construcción de la muralla del asentamiento, afincando teorías con respeto a su origen indígena y dando muestra del grande nivel de ingeniería que poseía el castro galaico previo a la ocupación romana.

Concretamente el machete se encontró en el fondo del aljibe, sobre los escalones de la escalera de acceso, acompañada por restos cerámicos, una fíbula de travesaño, carbón y restos de osos de animales.

No se trata de un ejemplar único, pero sí escaso, ya que en Galicia por el de ahora solo se habían encontrado cuatro hachas votivas o sacrificiais (Lalín, Cariño, Cervo y Mondoñedo) que, como su nombre indica, estaban destinadas a emplearse probablemente de manera simbólica en rituales de sacrificio de animales o de comensalidade (comidas rituales en común).

El aspecto de la hacha votiva de Viladonga se caracteriza por un cuerpo central o mango embellecido con incisiones sogueadas en espina de pescado, una hoja de hacha sobre la que se encuentra un pequeño torque y las representación de un prótomo de toro (cabeza y busto) en la zona frontal, un jabalí en la zona mesial y un prótomo de carnero en el extremo del mango. La ornamentación es propia de este tipo de piezas, las cuales representan los animales que se suelen sacrificar en los rituales. Entre todos los ejemplos gallegos el machete de Viladonga  se reconoce como una de las más completas y decoradas.

Con la incorporación de esta pieza a los fondos y a la exposición del museo, Viladonga conserva en esta institución tres de las cinco hachas votivas gallegas, las tres de la provincia de Lugo: Cervo, Mondoñedo y Viladonga. El machete de Cervo (Castro de la Atalaia, San Cibrán) ,también y de bronce, mide unos 12,30 cm y pesa 174 gr y conserva una pátina color verde. En el extremo frontal a hoja tiene una forma triangular en la que se representa la cabeza de un toro o carnero, mentas que el cuerpo se extiende con decoración moldurada. Por otra parte, el bronce de Mondoñedo (Monte de la Trinidad, Vilamor) es más sencillo, compartiendo exclusivamente la decoración del torques en la hoja de la brosa.

Como se puede puede ver, el Castro de Viladonga sigue sorprendiéndonos con interesantes hallazgos después de tantos años de excavaciones, reafirmando su importancia para el estudio y conocimiento de las gentes galaicas que habitaban en los castros. Esperamos por tanto que las institución competentes sigan apostando por su conservación y estudio, clave para conocer nuestra historia y para la educación patrimonial de las próximas generaciones.