El espíritu de Oriente en Burela

Por Ana Somoza.
La escuela de artes marciales que dirige Miguel Ángel Rojo Darriba lleva más de tres décadas en activo, convirtiéndose en un referente en Galicia, España e incluso en el ámbito internacional. Su fundador recuerda que “la idea inicial era dar a conocer las artes marciales y la filosofía oriental de una manera profunda”. Explica que, cuando empezó, la situación no era sencilla: “las artes marciales se habían convertido o bien en una mera actividad deportiva o bien en un entrenamiento dedicado solo a la defensa personal, y creo que así se pierde una parte fundamental, que es la cultura y la filosofía en la que se gestaron estas disciplinas”.
El proyecto nació en A Mariña con vocación comarcal, pero pronto creció más allá. Según relata, ese salto se produjo gracias a su propia formación constante: “empecé dando clases en mi escuela, pero al mismo tiempo asistía siempre a cursos y seminarios por España, Europa y Oriente. Así conoces gente, intercambias opiniones y conocimientos, y fue así como comenzaron a venir profesores a formarse aquí”. A partir de esa experiencia, la red fue expandiéndose: “después, fueron ellos los que me llevaron a mí para impartir cursos y que me conocieran sus alumnos”.

REFERENCIA INTERNACIONAL. La pregunta sobre cómo consiguió que una escuela en Burela y Cervo se convirtiera en un foco de referencia nacional y europeo tiene una respuesta clara: “la clave es dedicar un gran esfuerzo”. Rojo destaca que A Mariña pasó a ser un punto de encuentro de altísimo nivel gracias a los maestros que él consiguió traer. “Aquí vienen herederos de los estilos de Tai Chi más importantes y practicados en el mundo, como la familia Yang o la familia Chen”, recuerda con orgullo. En el ámbito del Aiki jujutsu o Jujutsu tradicional de la línea Yoseikan, “vienen dos de los maestros más influyentes y reconocidos del mundo”. Y en el caso del Iaido, cuenta que “el pasado fin de semana vino a impartir un curso el maestro con más grado en España, que además es uno de los más reconocidos de Europa”. Para él, la clave es doble: viajar y traer. “A mí nunca me dio pereza asistir a cursos organizados en cualquier parte de España, Europa o Asia”, explica. Pero también tenía claro que sus alumnos debían “recibir enseñanzas directamente de la fuente y no solo a través de mí”. Por eso, asegura, lleva “más de 25 años trayendo a los mejores maestros”.
LA CONCEPCIÓN INTEGRAL. El enfoque que defiende no es solo físico ni únicamente deportivo. “No es cuestión de estilos, es cuestión de concepción”, resume. Para Rojo, todas las escuelas orientales combinan una parte física y otra espiritual. “Son dos caras de la misma moneda”, subraya, y si falta una de ellas “la moneda pierde valor”. En su visión, si alguien se queda solo con la parte física, “va a faltar una parte muy importante, ya que te pierdes el 50 % y, además, pierdes la posibilidad de comprender el porqué de muchas cosas que haces”. Ese equilibrio también tiene que ver con los valores. “Las artes marciales nos ayudan a reencontrarnos con nosotros mismos”, explica. En un mundo donde “vivimos escuchando y mirando hacia fuera”, insiste en que estas prácticas “nos enseñan a mirar a nuestro interior”.
Habla de aprendizajes que considera fundamentales: “nos ayudan a superar las dificultades, a mejorar la paciencia, a perseverar para alcanzar un objetivo, a no dormirnos al alcanzar una meta porque siempre hay otra”. Incluso subraya el valor de “ser capaz de controlar el dolor durante la práctica”, algo que luego se traslada a la vida cotidiana para relativizar los problemas. Hay también una dimensión social que considera muy importante. “Hoy vivimos hiperconectados, pero a través de una pequeña pantalla que nos hace mirar hacia abajo, nunca hacia arriba ni alrededor”, critica. Por el contrario, “las artes marciales vuelven a conectarnos con los demás”. Y añade otro principio que considera esencial: el respeto a la jerarquía. “Siempre habrá alguien por encima a quien debes respetar”, dice, recordando que en japonés “sensei” significa literalmente “el que vivió antes”.

FILOSOFÍA Y CONTEXTO. Rojo insiste en que sin conocer la historia y la filosofía no se pueden entender muchos movimientos. “De muchos gestos que se practican, si solo buscas una explicación física puedes caer en el ridículo”, advierte. Por eso insiste en enseñar el contexto, los aspectos antropológicos y culturales que están detrás. En ese camino, los contactos directos con los maestros asiáticos resultan decisivos. “Beber directamente de la fuente es primordial”, afirma. Usa una metáfora pictórica: “si tú ves un cuadro, puedes entender lo que el pintor quiere decir, pero si ese pintor es tu amigo, entenderás mejor lo que sentía cuando lo creó”. Sus viajes a Asia dejaron huella. “Fui a China 19 veces, una a Japón y otra a Tailandia”, recuerda.
Todas esas experiencias marcaron su vida. Cuenta una anécdota en Wuhan: “estábamos practicando en agosto, con 38 grados y un 90 % de humedad. Vi unos ventiladores grandes llenos de polvo y le pregunté al maestro si se podían encender”. La respuesta fue clara: “cuando yo aprendí kung-fu no había ventiladores, no veo por qué tú los necesitas”. Esa experiencia la resume en una lección: “para aprender kung-fu hace falta esfuerzo y sacrificio”.
EL RECONOCIMIENTO EN ASIA. Sobre la recepción en China, explica que no es fácil llegar. “Para que te hagan caso, tienen que invitarte o tienes que llevar referencias”, comenta. Si no, piensan que solo vas “para hacerte la foto”. Y después hay que demostrar voluntad: “cuando te mandan hacer algo diez veces, tú haces cien”. Solo así se abren las puertas.
BURELA, CERVO Y A MARIÑA. La escuela tiene su sede en Burela, pero mucha actividad se desarrolla también en Cervo. “Allí tenemos escuela y organizamos cursos internacionales y campeonatos”, explica. Del municipio cervense dice que “siempre nos apoyaron desde el primer minuto”. La relación con las administraciones, en cambio, no siempre es tan positiva en otros lugares. “Muchas veces es por desconocimiento”, asegura. Lamenta que a veces se apoyen solo actividades que parecen atraer a más público. “Pero cuando organizo un curso internacional, la media es de 70 u 80 participantes, que llegan con familias, que duermen, comen y consumen en el lugar”. Calcula que en algunos cursos “pueden venir entre 140 y 150 personas” y además “salimos en revistas prestigiosas de Europa, dando visibilidad al municipio que acoge el evento”.
ALUMNADO DIVERSO. Uno de los puntos fuertes de la escuela es la variedad de perfiles. “Tenemos desde niños de 4 años hasta personas de 87”, explica. Unos buscan más el aprendizaje físico, otros la dimensión espiritual, otros mejorar la salud o encontrar un equilibrio. Advierte también sobre el riesgo de falsos títulos. “Hoy hay grupos que están fuera de las federaciones, dando diplomas que no tienen validez”, denuncia. Por eso recomienda exigir que el profesor esté “avalado por un certificado oficial y por una federación reconocida”.
COMO EDUCACIÓN. Rojo coincide con la célebre frase del creador del Judo, Kanō: “las artes marciales modernas fueron creadas, entre otras cosas, para hacer mejores ciudadanos”. Para él, esa máxima resume todo lo que se puede aprender.
MIRANDO AL FUTURO. Después de más de treinta años, los planes siguen siendo claros: “seguiremos enseñando a todo aquel que quiera aprender en serio”. Recuerda siempre que “a la escuela no se viene solo a entrenar, se viene a estudiar artes marciales”. Aprovecha también para agradecer: “a mis alumnos por poner su ilusión en mí, y a todos los que me apoyaron siempre, desde federaciones hasta amigos y familia”.