El uso del gallego en los cementerios de Galicia: entre la recuperación y la huella del franquismo

Estudios locales e iniciativas ciudadanas confirman una presencia creciente de la lengua en las inscripciones funerarias, aún muy minoritaria frente al castellano
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26 Oct 2025

En los cementerios de Galicia, la lengua de las lápidas, de los esquelas y de las fórmulas funerarias es también un registro de la memoria colectiva y de las presiones históricas sobre la identidad. Durante el franquismo, la presencia institucional del gallego fue prácticamente nula y esto se trasladó a numerosos ámbitos cotidianos, incluidos los rituales funerarios y las inscripciones sepulcrales, lo que contribuyó a que durante décadas el castellano se convirtiera en la lengua de prestigio. La transición democrática y la normalización normativa iniciada después de 1975 y consolidada con el Estatuto de 1981 pusieron al gallego en posición de reconocimiento oficial, pero la herencia sociolingüística no cambia de raíz: en las prácticas funerarias se mantuvo durante años la tendencia a elegir el castellano, percibido en algunos entornos como lengua de mayor prestigio, especialmente en ámbitos religiosos e institucionales. Informes y trabajos de campo recientes relatan que, aunque hay una recuperación paulatina, la lengua gallega sigue muy por detrás en las inscripciones y ritualística funeraria.

Las cifras recogidas por distintos proyectos y medios reflejan una situación cruda pero con matices: investigaciones ciudadanas y proyectos de catalogación señalan que en muchos cementerios un pequeño porcentaje de lápidas aparece redactado en gallego —en una de las encuestas citadas incluso se apuntó que solo alrededor del 5% estaban en gallego— mientras que otras evaluaciones e iniciativas locales, especialmente las realizadas desde movimientos culturales y por los propios ayuntamientos, detectan incrementos que sitúan la presencia en cifras superiores en algunos territorios, incluso hasta el 20% según algún trabajo. Esa dispersión estadística muestra que existe variabilidad geográfica y metodológica, y subraya la necesidad de estudios sistemáticos y homologados para conocer la verdadera dimensión del fenómeno.

Al mismo tiempo, desde colectivos culturales e instituciones como el Consello da Cultura Galega se han promovido iniciativas de registro, catalogación y visibilización de las inscripciones en gallego, así como exposiciones y proyectos divulgativos que buscan valorar la lengua en el espacio de la memoria. Ejemplos recientes de investigaciones locales y mapas colaborativos apuntan a que, aunque hay una herencia de invisibilización, existe una reacción comunitaria que trata de recuperar el lenguaje funerario en gallego como forma de reconocimiento de la identidad lingüística de las personas fallecidas.

ESTUDIOS REALIZADOS

Así, en las últimas dos décadas comenzó a documentarse una recuperación parcial. El trabajo de un centenar de personas voluntarias que recorren Galicia para visualizar camposantos y recopilar datos de casi 60.000 familias permitió elaborar un panorama que confirma esa tendencia. Entre ellas está el escultor Pablo López, quien inició su trabajo en la parroquia de Fonfría, en A Fonsagrada, con un “paseo investigador” para registrar epitafios, analizar materiales e incluso inventariar arquitectura, pintura y escultura de los templos. Su observación es clara: el porcentaje de inscripciones que incorporan palabras como “mujer”, “hombre”, “hijos” o “nietos” crece de manera progresiva, con una aceleración evidente en el siglo XXI. En lugares como Santo André de Logares, ocho de las setenta familias dieron el paso de escribir en gallego; en Burón, Fonfría, Suarna o Padrón la presencia también aumenta, mientras que en el casco urbano de A Fonsagrada el porcentaje baja hasta un 2%.

En el mismo sentido apunta la escritora Emma Pedreira, que recorrió cementerios locales en el marco de su libro As horas mortas y documentó más de cinco mil propiedades funerarias. En Sada realizó 3.660 visualizaciones, en las que apenas 16 familias mantuvieron estabilidad en gallego, una cifra que calificó de “tesoros dignos de una antología”. Su investigación comparativa entre espacios urbanos y rurales —Veigue, Cangas o Centroña— muestra la desigual implantación del idioma según el territorio, pero también una tendencia emergente que se confirma con el relevo generacional.

El periodista David Canto Veiga coordinó buena parte de estos trabajos y puso en marcha un mapa divulgativo presentado en el Consello da Cultura Galega en 2024, que compila información recogida en Galicia, Asturias occidental, El Bierzo y As Portelas zamoranas. En él se evidencia que las primeras generaciones alfabetizadas en gallego durante la democracia son hoy las que deciden sobre la lengua de las inscripciones de sus familiares. Ese cambio generacional está acompañado de una mayor transversalidad: participan más mujeres, y el gallego escrito deja de ser exclusivo de las personas con estudios superiores.

En la provincia de Lugo, profesoras como Ana Rodríguez Barreiro, Lines Salgado Iglesias y Beatriz López Dourado constataron incrementos significativos en Meira, Terra Chá y en la propia capital provincial. En Bande, una iniciativa encabezada por Manuel Rivero Pérez y Adolfo Fernández Dafonte localizó una inscripción en gallego datada en 1924 en el cementerio de Baño, un hallazgo excepcional que retrotrae la presencia escrita de la lengua más atrás de lo que se creía.

En Chantada, la docente Tania Vázquez García, en el marco del proyecto educativo Palabra e Memoria, analizó más de un millar de familias y comprobó que en parroquias como San Salvador de Asma o San Xurxo el porcentaje de inscripciones en gallego, aún reducido, muestra una clara tendencia al alza. Según sus datos, alrededor del 4% de las familias ya optan por el idioma propio, un resultado semejante al de otras zonas rurales.

La perspectiva histórica es elocuente: en el siglo XIX, tras el Rexurdimento, hubo ejemplos aislados de inscripciones en gallego, como la de Rosalía de Castro en Bonaval en 1891, pero luego llegó un largo período de oscuridad en el que desaparecieron términos tan esenciales como “hijos” o “nietos” de las lápidas. Las iniciativas de sensibilización de los años noventa, como En galego agora e sempre o Palabra e Memoria, abrieron camino, pero no fue hasta la década de 2010 cuando los avances comenzaron a consolidarse.

Hoy en día, el uso del gallego en los cementerios sigue siendo minoritario y desigual, con porcentajes que se mueven entre el 2% de ciertas villas y el 20% en algunos ayuntamientos rurales. La explicación está en la combinación de factores: el peso simbólico del castellano como lengua de prestigio, la inercia de los servicios funerarios, la liturgia religiosa mayoritariamente en castellano y la propia actitud de las familias. Pero también hay señales de cambio: la implicación de las nuevas generaciones, el trabajo de investigación ciudadana y el interés institucional que comienza a abrir caminos.

Desde la perspectiva de una política lingüística eficaz, el reto pasa por combinar medidas simbólicas y prácticas: promover que los registros civiles e institucionales faciliten y normalicen el gallego en las certificaciones y documentación funeraria; ofrecer materiales y guías a los servicios funerarios y talleres de lapidaria para el uso correcto del gallego; impulsar campañas informativas que sensibilicen sobre la importancia de nombrar y despedir en la lengua de la persona; y fomentar estudios sistemáticos que generen datos comparables sobre la evolución por comarcas y ayuntamientos. Estas acciones no solo tienen un efecto simbólico sino que también contribuyen a reparar la invisibilización histórica y a fortalecer la normalización lingüística en el ámbito más íntimo de las familias.

Sin embargo, la transformación depende en gran medida de las decisiones de las familias y de las comunidades locales: la lengua de las lápidas seguirá siendo un espejo de las actitudes colectivas hacia el gallego. La recuperación parcial que documentan proyectos y periodismo local muestra que la lengua puede volver a ocupar el lugar que le corresponde en las despedidas, pero también que esa recuperación será desigual si no se acompaña de políticas públicas e iniciativas culturales coherentes.

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